Álvaro Morata se temió lo peor cuando tras un choque con Soumaré antes del descanso del Sevilla-Atlético del Pizjuán, la rodilla derecha le hizo un gesto extraño cuando estaba en el aire. Un intenso dolor dio paso a las lágrimas con las que el futbolista abandonó el terreno de juego rumbo primero al banquillo y después al vestuario.
En el pensamiento de Morata estaba que tenía algo muy grave. Creía que la temporada se había terminado para él y con ello, la posibilidad de levantar un título con el Atlético de Madrid (su gran deseo) y la de disputar la Eurocopa como capitán de la selección española.
Las primeras exploraciones de los doctores del conjunto colchonero no eran muy pesimistas, pero Morata no las tenía todas consigo. Viajó a Madrid dando muchas vueltas a la cabeza, durmió mal y no fue hasta que tuvo los resultados de la resonancia a la que sometió el lunes por la mañana cuando respiró tranquilo. 'Sólo' tenía un esguince del ligamento lateral interno en la rodilla derecha.
“Gracias a Dios no es nada grave, muchas gracias por los mensajes positivos", escribió después Morata en sus redes sociales, para luego indicar que "ojalá todas las personas que muestran su odio tuvieran tantas ganas de ser felices y de trabajar como las que tienen de desear el mal. Listo para darlo todo".
Y ese listo para darlo todo pasa por comenzar la recuperación para regresar cuanto antes a los terrenos de juego. En el mejor de los casos, el delantero se perderá los tres próximos partidos del equipo rojiblanco. El tiempo de baja estimado está entre las dos y tres semanas, pero Morata va a poner todo de su parte para que sea lo menos posible.
Tiene entre ceja y ceja lograr algo importante con el Atlético de Madrid esta temporada. Y después hacerlo con la selección española en la Eurocopa. Afortunadamente, podrá pelear por ello en el campo tras haber pasado 14 horas de incertidumbre y nervios que acabaron con final feliz.
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