Sucedió con Sergi Roberto y volvió a pasar ayer con Ousmane Dembélé. El Barça monta actos de renovación a lo grande, como si de un fichaje se tratara, pero luego prescinde de un último episodio, el de la rueda de prensa. No es un tema banal, ni menor. El ritual, con Laporta en la presidencia, siempre acostumbra a ser el mismo: se simula la firma del contrato sobre el césped –ya sea en el Camp Nou o sobre el verde del campo Tito Vilanova–, el jugador firma un póster para una subasta benéfica, el Presidente le regala el carnet de socio al jugador y luego toman la palabra los dos protagonistas. Al final, una periodista de Barçatv le fórmula tres o cuatro preguntas al jugador. Y adiós muy buenas.
No es de recibo que los periodistas de los distintos medios no tengan la oportunidad de preguntar nada al jugador, ni una pregunta por medio. Nada. Silencio absoluto. Dembélé, al que no se le recuerda rueda de prensa desde su fichaje hace justo 5 años, tras la firma del nuevo contrato debería someterse a las preguntas, para explicarse ante los socios y aficionados. Estos actos, sin las explicaciones públicas, son un sinsentido. ¿De qué sirve invitar a los medios gráficos? ¿Por qué no se sirve ya directamente todo el material envasado al vacío desde el Club? Los periodistas, cuanto más lejos, mejor. Ya no hay contacto con los jugadores. Ya no se viaja con ellos. Ya no dan ruedas de prensa ni entrevistas. Si en el día que el Barça les monta la fiesta de renovación, tampoco hablan, apaga y vámonos.