El salto da calidad llevado a cabo por la Real Sociedad en los últimos cinco años resulta indiscutible. El cuadro realista se ha consolidado como uno de los equipos punteros de la Liga, lo que le ha abierto de par en par las puertas de la escena europea, de la que se mantenía peligrosamente alejada; y digo peligrosamente porque, como hemos argumentado otras veces hoy en día no tener presencia en Europa significa tanto como no ser. Si observamos la trayectoria del equipo desde que Imanol Alguacil se hiciera cargo del mismo, concluiremos que la evolución ha sido claramente ascendente. La primera participación en Europa League se saldó con un digno segundo puesto en la fase de grupos, por detrás del Nápoles, para caer en dieciseisavos ante el Manchester United. Al año siguiente, se reparte puesto en la fase de grupos tras el Mónaco, para caer en la siguiente ronda ante el Leipzig. La tercera supone un claro paso adelante, con un primer puesto en la fase inicial, por delante del mismísimo Manchester United, accediendo a octavos para sucumbir ante la Roma. La cuarta supone ya un decidido paso al frente, con presencia en el torneo más importante, la Champions League, la joya de la corona. Y el equipo de Imanol Alguacil se permite la licencia de pasar de fase como líder de grupo por delante del Inter. Luego le tocó en suerte en peor de los rivales posibles, el PSG de Luis Enrique y Mbappé, y ahí se acabó la aventura. Este año, de vuelta en la Liga Europa con un nuevo formato, las cosas no han rodado todo lo bien que cabía esperar, pero los blanquiazules están a tiempo de salvar los muebles, o tal vez algo mejor, antes de que concluya este tramo de la competición. En los primeros partidos, Imanol, debido a la errática marcha del equipo en Liga, se vio obligado a priorizar una competición en detrimento de la otra. Ahora con el rumbo enderezado en la competición doméstica, toca dar la talla en Europa porque, insisto y que nadie se despiste, no es suficiente formar parte de la ECA, sino que es necesario un respaldo real sobre el terreno de juego

A cal y canto
Que los números goleadores de la Real a estas alturas de la temporada no son precisamente para echar cohetes (puesto decimotercero) es algo que salta a la vista. Sin embargo, el equipo de Imanol ocupa la sexta plaza en la tabla. Obviamente el secreto debe hallarse en otro apartado, y efectivamente, lo encontramos en el capítulo de goles encajados: solo 11 en 16 jornadas, empatado, nada más y nada menos, que con el Atlético de Madrid, auténtico prototipo en estas lides. Pero no acaban ahí las bondades de dichos números, ya que al margen de lo que de ellos pueda deducirse, se halla la sensación absolutamente contrastada de que al equipo los rivales le hacen muy poco daño. Tú puedes defender muy bien pero concediendo oportunidades al rival o puedes lograr la misma evaluación minimizando la capacidad.

Olasa, sin hacer ruido
Olasa es perfectamente consciente de que pertenece (esto no le va a gustar al entrenador) a lo que podríamos llamar la unidad B de la plantilla, con todo lo que ello implica. Pero él es probablemente el futbolista incluido en el referido grupo que mejor ha sabido aprovechar hasta el momento sus oportunidades . A la chita callando, muy “a la guipuzcoana”, viene llamando a la puerta del entrenador con insistencia

El equipo de Lobanovsky
El equipo que visita mañana Anoeta no es cualquier cosa; es nada más y nada menos que el Dynamo de Kiev, el equipo más laureado de la extinta Unión Soviética y, por supuesto, de la actual Ucrania. Vivió su época dorada de la mano del legendario Valeri Lobanovsky durante los años 70 y 80, llegando a conquistar dos Recopas de Europa. Obviamente este Dynamo no es el del “Lobo”, pero mece un respeto