Corría el minuto 16 en el Santiago Bernabéu. La Real Sociedad, con paciencia y precisión, movía el balón de un lado a otro, descolocando al Real Madrid. Zubimendi dirigía la orquesta desde el centro del campo, con la tranquilidad de un veterano. Oyarzabal bajó a recibir, atrayendo a Asencio y generando el espacio necesario. El mediocampista donostiarra levantó la cabeza y lanzó un pase en largo milimétrico. Pablo Marín, emparejado con Lucas Vázquez, saltó y peinó de cabeza, desviando la trayectoria.
El balón quedó suelto en el área, y ahí apareció Barrenetxea, rápido y letal. El joven atacante se plantó solo ante Lunin, que intentó achicar el ángulo. Pero Barrenetxea, con la sangre fría de los grandes, definió raso, ajustado al palo. Gol. 0-1. La eliminatoria quedaba igualada y el Bernabéu enmudecía por un instante. La Real Sociedad golpeaba primero en la vuelta de la semifinal de la Copa del Rey, demostrando que no había viajado a Madrid para ser un mero espectador.