El guardia alemán en la puerta no sabe qué hacer. Una mujer polaca de baja estatura pero con mirada decidida le insta a dejarle salir del campo de tránsito Dulag 121 acompañando a unos compatriotas. Le muestra una foto en la que aparece junto a un Adolf Hitler sonriente y le cuenta lo bien que fueron los Juegos. Automáticamente accede: jamás podrá estar tan cerca del Führer como lo ha estado esa polaca, piensa el soldado.
Esa mujer menuda había sido la ganadora de una medalla de bronce en jabalina en los Juegos Olímpicos de Berlín, catorce veces campeona nacional en salto de longitud, triatlón y pentatlón, cinco veces campeona de jabalina de Polonia y miembro de los equipos nacionales de voleibol y baloncesto.
Pero la situación había cambiado y había que adaptarse. Así empieza la etapa de la vida de María Kwasniewska (Łódz, 15/8/1913) donde deja de lado el deporte y todos los éxitos conseguidos para ayudar a la Resistencia polaca a salvar vidas durante la II Guerra Mundial.
La frase con la que reprobó a Hitler
Hitler siempre aparecía en el palco cuando los alemanes tenían alguna posibilidad de ganar el oro. Si los atletas perdían, se iba de inmediato. El domingo 2 de agosto de 1936, los atletas se enfrentan en condiciones climáticas adversas. Sopla un fuerte viento y nubes oscuras se acumulan sobre el Estadio Olímpico. En la final de jabalina, María Kwasniewska, de 23 años, se enfrenta a tres atletas alemanas, Othilie “Tilly” Fleischer, Lydia Eberhardt y Luise Krüger, en la batalla por las medallas. Lanza y su jabalina recorre 41,80 metros. Eso le da el tercer lugar y la medalla de bronce. Othilie Fleischer (45,18 m) gana el oro y Luise Krüger (43,29 m) la plata. La actuación de la polaca empaña los deseos del Führer.

María Kwasniewska contestó a Hitler sobre su estatura. Hubo risas entre los acompañantes del Führer.
Después de la ceremonia de entrega de medallas donde se realiza el saludo fascista en el podio del que Kwasniewska no participa, las atletas son invitadas a subir al palco para que Hitler las pueda felicitar en persona. Allí también se encuentran el Ministro de Propaganda Joseph Goebbels y Hermann Göring, en ese momento Ministro de la Fuerza Aérea del Tercer Reich. Es en ese instante cuando Hitler le dice a Kwasniewska: “Felicito a la pequeña polaca” a lo que ella responde descaradamente: “Tu tampoco eres alto. No me siento más pequeña para nada”. Cuenta María que hubo risas de algunos acompañantes pero el jefe de propaganda Joseph Goebbels tomó nota para que el incidente fuera tergiversado convenientemente. Presentó personalmente una versión reproducida a la prensa alemana de que Hitler le dijo a la lanzadora de jabalina de Łódz “felicito a la pequeña Polonia”.

María Kwasniewska fue campeona de jabalina en su país cinco veces así como también en salto de longitud, triatlón y pentatlón
Dulag 121
A principios de agosto de 1944, los nazis establecen el campo de tránsito 121, también conocido como Dulag 121 (abreviatura del alemán Durchgangslager 121) para la población expulsada de Varsovia por donde pasaron entre 340.000 y 650.000 polacos. Desgraciadamente, unos 70 mil terminaron en campos de concentración. La función principal del campo era atraer a la mayor cantidad posible de personas expulsadas, capaces de realizar trabajos forzados en el territorio del Tercer Reich. Entre las enfermeras polacas y los médicos se estableció una comisión que pasaba una lista a la Gestapo con los enfermos que debían ser evacuados.

Miles de ciudadanos de Varsovia fueron expulsados de sus hogares y recalaron en el Dulag 121 como campo de tránsito hacia los campos de exterminio o los trabajos forzosos
Siguiendo unos métodos de falsificación de documentos gracias a un caricaturista que imitaba la firma de los mandos de la Gestapo y su caligrafía, muchos ciudadanos pudieron salir del campo con la excusa de estar enfermos. María se enteró de la existencia y se presentó a la comisión del Dulag 121. A ella le encargaron localizar y sacar a intelectuales y representantes del mundo de la ciencia, la cultura y el arte.
Historia de una fotografía
La foto con Hitler estaba en el fondo de una maleta como un recuerdo más de los Juegos Olímpicos de Berlín junto con la ropa que utilizó y la medalla ganada. Pero a María no le hacía mucha gracia recordar ese momento. Con la Wehrmacht ocupando media Europa y las fuerzas de resistencia combatiéndola, si la encontraban podían pensar que simpatizaba con los nazis o que hacía el doble juego. Recordaba como los soldados alemanes habían torturado a su segundo marido en la prisión.
La comisión le asigna a la escritora Ewa Szelburg-Zarembina y el escritor y columnista Stanisław Dygat. Se acerca a la valla de salida, muestra los papeles conforme están enfermos de tifus y mientras el soldado duda, le enseña la foto. Ese movimiento banal resulta definitivo para romper la resistencia del guardia. A la semana siguiente, otra pareja más cruza la valla. Y en la siguiente ya son dos parejas. Y así continúa hasta que, en una ocasión, consigue sacar a todo un grupo de 9 personas “enfermas”. Pero no solo eso: también condujo una ambulancia desde zonas de conflicto hasta hospitales y atendió a los heridos de los bombardeos.

María Kwasniewska aguanta estoica en el podio junto a las dos alemanas que realizaron el saludo fascista.
Al final de la guerra, María vuelve brevemente al deporte. Se convierte en campeona polaca de jabalina una vez más y representa a su país varias veces en baloncesto. En 1946, se despide del deporte en activo y fallece en Varsovia en 2007 a los 94 años con la misma serenidad y valentía con la que se encaró al Mal un domingo de agosto de 1936.