Hoy os ofrecemos un relato especial, diferente, genuino, auténtico y único, las vivencias en primera persona en el raid 1000 Dunas Classic de un buen amigo y lector veterano de Solo Moto, Juan Recio, a bordo de una trail legendaria, su querida Honda Africa Twin 650. Os dejamos con su relato.
Toda una aventura
Tras la llamada de mi amigo Mario Montoro, no tuve más remedio que inscribirme en el romántico sueño junto al amigo Francisco y Marcos de volver a ver sobre las pistas a las auténticas y genuinas reinas de África que aceptaron el desafío del rallye París-Dakar. Aquellas motos, hoy legendarias, que con sus intrépidos pilotos participaban en el rallye más duro del mundo y que envenenaron nuestros sueños de juventud. Con esta finalidad nace la nueva categoría Classics. Categoría donde podrás emular las gestas de estos pilotos de leyenda mientras descubres algunos de los paisajes más increíbles de Marruecos. Todo esto dentro de un ambiente y una estructura organizativa de un rally profesional.
A continuación os contaré el relato de una de las experiencias más intensas y auténticas de mi vida motera que ha sido participar en el 1000 Dunas en la categoría clásicas. Uno de los rallyes más duros de motos en la actualidad, todo un referente de prestigio y dureza en el mundo del motor organizado por el gran Miguel Puertas. En principio el track debería haber sido más suave y diferente al del resto de categorías, pero únicamente dio tiempo a recortar algunos tramos y quitarnos la etapa de los 13 picos dónde las motos deben recorrer todas la dunas del Erg Chebbi.

La África de tú a tú con motos dakarianas modernas.
La idea era crear un equipo de África Twin con mi amigo Luismi Alcaen y Alberto Sotodosos, pero una intervención quirúrgica del primero no hizo posible que ese equipo africano lograra participar. Y mis compañeros de clásicas fueron Francisco Rodríguez y Marc Guirao con unas Honda Dominator preciosas y especialmente preparadas para la ocasión.
Tras unos meses de preparar mi África Twin 650 RD 03 mecánicamente y técnicamente para poder incorporar el Stella llegaba el momento de afrontar el desafío. El Stella es un aparato que además de ayudarte a navegar hace que en todo momento la organización sepa por dónde estás y manden mensajes si te paras para saber si necesitas doctor, mecánico, etc. algo realmente necesario porque te adentras en el desierto y no es ninguna broma.

El desierto no perdona.
Me comentaba Miguel Puertas que estábamos realizando las mismas etapas de aquellos dakares míticos e incluso algunos tramos más complicados. En realidad, yo estaba viviendo uno de mis sueños de la infancia incorporado en un rally profesional con motos con 100 kilos menos y más caballos con una preparación física no muy grande porque mi trabajo es de despacho y no me había preparado físicamente en el gimnasio, pero lo que sí tenía era una ilusión y pasión descomunal por lograr terminar este reto.
En mi cabeza siempre estaba la idea de terminar conservando la mecánica y evitando los accidentes, cuestión creerme realmente complicada porque las pistas eran, en ocasiones, excesivamente duras.

La Reina de África 36 años después.
Unos días antes de comenzar el rally bajamos a Granada dónde nuestro amigo Monty nos reservó hora en un excelente taller de confianza para poner nuevos neumáticos con sus correspondientes mousse delante y bolas de mousse detrás al ser llanta de 17. Creo que esa decisión fue realmente acertada porque logramos no pinchar ningún día e ir con muy buena tracción en las ruedas, de lo contrario creo que no hubiéramos logrado terminar.

Africa y sus míticos paisajes.
Y así, tras embarcar en Malaga pusimos rumbo a Nador dónde se harían las verificaciones y al día siguiente comenzó la primera etapa. Una etapa realmente preciosa y que con la ilusión y energía del primer día intacta la terminamos sin complicaciones excesivas junto a mi compañero Paco.
Al día siguiente para mí ya fue diferente, muchos ríos de arena blanda y cientos de kilómetros luchando con la arena. La África Twin se comportaba con mucha dignidad, pero yo cada vez estaba más agotado físicamente y debía ir parando para reponer fuerzas con agua y barritas energéticas. Para colmo mi GPS lo llevaba con pilas y con tantas horas encimas las pilas también se agotaron. El dilema era que no tenía más remedio que continuar y únicamente sabía que iba bien porque el Stella me confirmaba con un pitido que había atrapado un waypoint. Pero llegó un momento en que me encontraba en un altiplano solo y no encontraba la salida para bajar al valle… Me asomaba al precipicio y mi eterna compañera de viaje, la avecilla llamada Stella me cantaba al borde del abismo que siguiera de frente con una flechita. Paraba la moto, me asomaba al balcón y únicamente veía el abismo “creo que esa avecilla me quiso aniquilar”. Mi mujer y mis hijos que estaban siguiendo en directo desde casa con una aplicación la carrera me comentaron cuando llegué a casa que se habían dado cuenta de que algo estaba sucediendo.

El cansancio hace mella.
Me enviaban desde la organización mensajes de que, si estaba bien, necesitaba doctor o si tenía problemas mecánicos y yo decía que estaba todo ok, pero no podía decir que estaba perdido porque no había botón para ello. En esos momentos en que pasan las horas desorientado, la cabeza ya no responde bien, de repente me acordé de que quizá tenía alguna pila de repuesto al fondo de la mochila recé para que así fuera y las puse… Aun así me costó mucho bajar de allí al valle por una pista muy estrecha e inclinada que milagrosamente pude afrontarla sin caída.

Llegada de noche al campamento.
Pero claro, todas estas situaciones estresantes se iban acumulando y el cansancio era cada vez mayor. Decidí salir del track y poner directamente Merzouga, pero claro, esto es el desierto y no había escapatoria, debía continuar por la única pista que había… En ocasiones la tensión se suavizaba al ser la pista dura, pero la noche se estaba echando encima y de repente más lechos de arena blanda, más esfuerzo físico y más cansancio mental y al final del día ya me quedé sin agua, sin barritas energética y las manos comenzaron a temblar de debilidad.

La África, el auténtico camello del desierto.
Pensé que quizá en alguna de éstas si seguía adelante ya no tendría ni fuerza para apretar el botón de emergencia y lo apreté. En pocos minutos creo aunque ya había perdido la noción de tiempo apareció el vehículo de asistencia y les dije que estaba bien, pero que no tenía agua, ni barritas, que estaba debilitado, me temblaban las manos y rápido me dieron agua y barritas ayudándome ese día a poder llegar al campamento que estaba a únicamente a unos 30 Km de dónde me encontraba exhausto. Ya entrada la noche un piloto profesional llamado Rubén tuvo que ayudarme a sacar la moto de allí, jamás había experimentado la sensación de estar al límite ese día para mí fue el más duro de mi vida en moto y eso que he recorrido muchas pistas complicadas por Bolivia y Perú, pero lo de este día fue totalmente diferente es como dice el eslogan del rally “Ride Your Limit” y agotado logramos llegar que era lo importante aunque llegué más a salvo que sano ¡jajajajaja!

Perdido en las alturas.
A partir de ese día, aunque sufrí y disfruté todos los días, no llegué a estar al límite. A la mañana siguiente la etapa transcurrió con normalidad muy cerca de la frontera con Argelia y al día siguiente la organización nos dio a los clásicos un día de descanso que nos vino muy bien a todos porque tanto las motos de muchos compañeros como las fuerzas ya estaban justas.

Una imagen que es probable que nunca vuelva a ver más en mi vida.
El resto de la caravana afrontaba la etapa de los 13 picos que consiste en enlazar las 13 dunas más grandes de Merzouga. Nosotros por la tarde nos acercamos a bañarnos en el desierto, un espectáculo maravilloso que ocurre una vez cada 50 años o más, por lo tanto, creo que con mis 53 años ya no lo volveré a ver jamás y ese recuerdo con mis compañeros quedará grabado para toda la vida en mi memoria.

Preparados para la especial del día.
Tras el día de descanso afrontaba otra etapa que comenzó también con complicaciones, tras pasar unas dunas no muy grandes tenía que llegar al cauce de un río y de nuevo con el cansancio, la moto se me cayó en un terreno con grandes piedras de bajada y me quedé atrapado en la arena. A duras penas pude levantar la moto con ayuda de unos lugareños que estaban por allí y continúe hacía la cárcel portuguesa, un lugar idílico y precioso que me dio fuerzas suficientes para todo el día, volví a disfrutar encima de la moto y mi alma viajera no paraba de realizar fotos y se olvidaba por momentos de los waypoints y el tiempo... Eran escenarios de ensueño y quería plasmarlos para la posteridad porque pensé que quizá nunca en mi vida los volvería a disfrutar.

Un oasis en el desierto.
Tras la especial había un tramo muy largo de enlace con mucha lluvia y llegué muy tarde de nuevo al campamento tras quedarme nuevamente sin pilas en el GPS e ir con precaución porque los tacos en asfalto mojado es jugarte el tipo. A llegar a Midelt tuve que preguntar a unos lugareños dónde se encontraba el hotel y me acompañaron hasta allí dónde todos mis compañeros me estaban esperando con abrazos y aplausos.

La cárcel portuguesa.
Tras una buena ducha y una buena cena, tocaba levantarse a la 4:30 para a las 5:30 afrontar una nueva etapa de unos 580 kilómetros. Con noche cerrada mi compañero Marcos y yo salimos dirección Nador/Melilla. A eso de las 6:45 y en una parada para orinar, ya que el frío era terrible, comento a Marcos que me ha parecido ver la cabeza enorme de un burro a un metro a la izquierda de mi casco y manillar. Me dice que sí, que era un burro que él había esquivado, aunque tocó ligeramente con su moto el rabo de dicho animal y se espantó afortunadamente al lado izquierdo de la calzada; en caso contrario con lo poco que se ve en las carreteras de Marruecos creo que me hubiera empotrado con él y el accidente hubiera sido realmente preocupante con importantes secuelas, pero creo que desde arriba alguien me estaba echando una mano para terminar este rally de una pieza.
Tras el susto del burro y el frío paramos a desayunar en una cafetería, le pedimos el favor de que nos hicieran unas tortillas y creo que llamó a un vecino que nos hizo las tortillas, al de la tienda de al lado le compramos el pan y él nos preparó un café que nos supo a gloria.

Día de descanso.
Y así continuamos junto al holandés Dimitri con su clásica Africa Twin RD 07 A de 1997 dirección Nador con rectas infinitas que en ocasiones provocaban que el cansancio nos jugara una mala pasada con cabezazos y momentos de quedarnos décimas de segundos dormidos encima de la moto.
En esto que íbamos buscando un lugar para tomar café y Marcos vio uno y frenó, yo también frené, pero por el espejo retrovisor vi que Dimitri exhorto en sus pensamientos se dirigía como un obús contra nosotros y justo con un golpe de gas logré abrirme a la izquierda y él pasó entre medias de nosotros como un transahariano Express. Lógicamente, nos pidió disculpas porque él ni se había dado cuenta de que habíamos frenado y es que el cansancio ya estaba haciendo mella en todos nosotros.

Muy orgulloso de lograr terminar el 1000 Dunas.
Tras llegar a Melilla y embarcar noto como de repente mi ojo derecho está hinchado como si fuera el mismísimo Rocky Balboa, no sé si es por estrés acumulado, cansancio o por un lagrimal obstruido por la arena, pero lo cierto es que debo afrontar la última etapa con un ojo medio cerrado, pero afortunadamente han venido para acompañarme en esta última etapa mis compañeros africanos Luismi Alcaen recién intervenido y Aberto Sotodosos. Y tras superar una difícil trialera y más obstáculos (Miguel Puertas no da tregua ningún día) llegamos al campamento base para la ceremonia de clausura y entrega de medallas.

En el 1000 Dunas hubo de todo, caídas incluidas.
Por la noche nos pegamos un homenaje con una suculenta cena y recordamos todos estos momentos vividos tan intensos, duros y maravillosos. Desde aquí quiero dar las gracias públicamente a Miguel Puertas y Mario Montoro, gracias a ellos he podido cumplir un sueño de infancia y emular por unos días a aquellos pilotos dakarianos y por supuesto también agradecer el asiento de Lolo Pamanés, las bolsas de Oasissand y los consejos del gran Monty.
Y nada más, únicamente animaros a que participéis el año que viene en este rally porque nunca os sentiréis tan vivos ni estaréis tan cerca de vuestro límite. Y recordar que el destino de los sueños es cumplirlos y únicamente los peces muertos nadan con la corriente. Juan Recio www.viajarenmoto.com