“A veces el éxito es levantarse después de caer”, dice Alba Torrens (Binissalem, 1989). A sus 34 años, la jugadora ha amasado un sinfín de reconocimientos que la han llevado a saborear la gloria deportiva con metales y premios de todos los colores: nueve medallas con la selección, seis Euroligas, una Supercopa de Europa, dos Ligas españolas, una turca y siete rusas, e incontables reconocimientos individuales.
Y aun así, tras conseguir la clasificación para la cita olímpica el pasado fin de semana, la jugadora era un mar de lágrimas. Torrens se convertirá en la segunda jugadora española de la historia en participar en unos Juegos por cuarta vez. Su compañera de batallas —y actual team manager de la selección—, Laia Palau, fue la primera en lograrlo. La atleta suspira al ser preguntada por ello y, pese a ser de dar explicaciones prolongadas, reconoce que apenas puede expresar con palabras lo que significa este hito. “Buf. Cuando ha sonado la bocina he sentido… Felicidad. No pensaba que iba a llorar, pero creo que todo esto va más allá. Hay tantas personas que estábamos persiguiendo este objetivo… Sabes lo que significa para cada uno y sentir algo tan especial compartido… Aquí es cuando sientes más felicidad y orgullo. No es sólo la clasificación. Es la manera. Y estoy orgullosa”, indica la mallorquina que, precisamente, se fundió en un abrazo con todas sus compañeras antes de levantar el billete que la acreditaba de nuevo como una atleta olímpica. Todo ello ante la mirada cómplice del técnico con el que debutó en Liga Femenina Endesa en el Celta de Vigo en 2007, Miguel Méndez. El mismo que no podía esconder el orgullo al decir en voz alta que iba a vivir sus primeros juegos.

Laia Palau, leyenda del baloncesto femenino español y actual 'Team Manager' de la selección, junto a Alba Torrens, trsas conseguir la clasificación para los Juegos de París
Toda historia de éxito esconde tras el telón una de esfuerzo, exigencia y sacrificios. Y para Torrens la notoriedad de este Preolímpico es quizás la constatación de como el equipo de su vida, con el que debutó con 18 años y en el que lleva vinculada más de una década, volvía a levantarse tras caer de lo más alto y quedarse sin mundial en 2022. Un tropezón que tuvo que ver desde fuera de la pista tras no poder participar en el Europeo de 2021 donde España quedó fuera de los seis primeros puestos.
El sendero de vuelta a la élite comenzó el verano de 2023 con una plata en el Eurobasket donde el equipo de Miguel Méndez —que debutaba al timón del banquillo de la selección— demostró que lo importante no es cómo se empieza, sino cómo se acaba. “Una de las claves es que este equipo cree. Cuando las cosas no salen, no dejamos de confiar y nos levantamos. Aceptamos que las cosas pueden ir mal porque somos humanos. Y hemos conseguido dejar atrás el error y volver con más fuerza”, reflexiona Torrens.
La atleta, que acaba de superar las 200 internacionalidades, reconoce que la selección es el equipo que siempre le devuelve la ilusión. Y, más cerca del final de su carrera que del principio, se acuerda de su entorno más cercano: “Sé que no estaría aquí sin mi familia. Ellos me han recogido en los momentos más difíciles, en casa. Allí donde el corazón late con más intensidad. Y también me han dado la fuerza y la confianza cuando yo dudaba. Tener a esas personas que confían en ti cuando tú no confías contigo misma… Eso es muy importante. Y especialmente el amor que he sentido siempre. Y no por lo que hago. El amor hacia Alba, a secas. Por ser quién soy. Y eso lo que más me llena”.
Con esta cuarta participación en unas olimpiadas se quedará a una de las cinco de las estadounidenses Teresa Edwards, Diana Taurasi (que va camino de sus sextos) y Sue Bird. Es ya la segunda jugadora española con más partidos olímpicos disputados (18) por detrás de Laia Palau (25). Y más allá de cifras, récords, análisis y estadísticas, la jugadora subraya que tanto dentro como fuera de la cancha, la andadura ha sido posible gracias a su familia. “Yo he tenido mucha suerte con mis padres, mi hermana… Mi familia me ha acompañado siempre en todos los sueños y en muchos momentos he estado muy lejos. Y nos hemos echado de menos. Pero siempre he contado con su apoyo máximo en cada paso del camino y al final lo hemos compartido. Nunca tendré ni el tiempo ni las palabras para darles las gracias por todo lo que han hecho por mí”, cuenta.
Tras casi dos décadas en la élite, el gran triunfo de Alba Torrens no se mide o se pesa por su infinito palmarés. Más allá de la figura pública, de codearse con las más grandes del baloncesto y de la grandeza de sus proezas individuales, reside un ser humano cuya nobleza está en el olimpo. Y ese es el verdadero éxito.