Se llama Sabrina Kvist Jensen , y hasta hace unos pocos días apenas nadie la conocía fuera de su círculo íntimo. Es la pareja de Christian Eriksen , a éste si le conocemos, y los que no habían oído a hablar de él, ahora ya tienen razones para conocer de su existencia. Ella ha vivido una de las situaciones más angustiosas que un ser humano puede experimentar, contemplando impotente cómo la vida se le escapaba a su compañero más querido. En esos momentos en los que se mascaba la tragedia, todos queríamos encontrar palabras de alivio que trasladar a Sabrina , poder decirle que Christian respiraba, que Christian estaba vivo, aunque las imágenes que contemplábamos y la interpretación del lenguaje gestual de los presentes, nos hacían temer lo peor.
Se ha discutido mucho sobre la oportunidad de las imágenes siguiendo a la compañera sentimental de Eriksen en unos momentos tan duros, y posiblemente tengan razón quienes las reprueban, pero nos han permitido redescubrir la otra cara del fútbol, ese rostro humano, encarnado en Sabrina . Muchas veces, la élite, a la que pertenece Eriksen parece vivir al margen de cuanto acontece a su alrededor, por encima del bien y del mal.
Pero viendo a Sabrina Kvist con el rostro desencajado, el velo que separa a los ‘intocables’ del resto de los humanos, quedó rasgado de arriba abajo, y pudimos asistir al drama del dolor humano, ése que no entiende ni de clases ni de razas, ni de ninguna de las categorías que establecemos para diferenciarnos del otro, y todos, de una manera o de otra, quisimos ser Simon Kjaer , el capitán de la selección danesa, y abrazar a Sabrina , y explicarle que Christian estaba volviendo en sí, que seguía entre nosotros y que volvería a su lado... Como siempre.
La casa de todos
Una de las cosas que mejor recuerdo de cuando era un chaval es los domingos en Atotxa con los amigos para ver jugar a la Real desde la tribuna de grada -de pie, claro-. Pero también esos otros domingos en los que la Real jugaba fuera, pero en Atotxa seguía habiendo fútbol... Porque jugaba el Sanse, y nosotros también seguíamos al filial, con la radio en la oreja para ver qué hacía el primer equipo, pero muy pendientes igualmente de los potrillos que un día darían el salto y pasarían a ser nuestros ídolos de juventud. Con la creación de Zubieta y el traslado de la Real a Anoeta, el primer equipo y el filial siguieron caminos distintos y ya no se encontraban, no cohabitaban, sino que cada uno contaba con su espacio particular. Y el seguimiento al Sanse se fue diluyendo un poco, pasando a ser el equipo que jugaba allá en Zubieta. Con el ascenso de los de Xabi Alonso a Segunda División, el filial va a recuperar la cohabitación con el primer equipo y podremos ver de nuevo al Sanse jugando en la misma casa que la Real, lo que no deja de ser una magnífica noticia. Porque estoy convencido de que la asistencia a los partidos del segundo equipo va a aumentar de forma notable, y Anoeta pasará a ser la ’casa de todos’.
Oportuna rectificación
La primera impresión en la Eurocopa es que se ha producido un giro considerable en los criterios a seguir a la hora de señalar los penaltis. Se están mostrando mucho más reacios a regalarlos, lo que es de agradecer, puesto que lo que estábamos padeciendo era de todo menos serio. Bienvenida sea la rectificación.
Entrar con buen pie
Debutaron en la Eurocopa los dos futbolistas de la Real y se podría decir que con buen pie. Isak jugó 68 minutos, y aunque no intervino demasiado, fue para mostrar su enorme talento. Por su parte, Oyarzabal jugó pocos minutos pero de mucha calidad, poniendo ambos de manifiesto que llegan a esta competición muy enchufados.