Un casting que llegó en forma de “flyer que podría perfectamente anunciar un cambio de precios en el Mercat de Sant Antoni” cambió la vida de Santiago Vaca Narvaja, quien interpreta a Daniel Maspons en la galardonada película La Sociedad de la Nieve. Desde hace unos meses, el argentino se encuentra viviendo en Barcelona y ya se atreve a tener conversaciones en catalán. “Es un idioma que me encanta y me sorprendió poder entenderlo tan rápido”, explica.

Santi Vaca y MD pasaron una divertida jornada en Bubble Planet (Barcelona), una experiencia inmersiva de Fever.
Durante la grabación del proyecto se instaló en Badalona temporalmente, pero fue durante la pandemia y no pudo conocer la ciudad con la que tiene “muchos vínculos”. Uno de ellos es el Barça, su equipo preferido fuera de su Argentina natal, donde es un fan incondicional del Instituto Atlético Central de Córdoba, de dónde han salido jugadores de la talla de Kempes, Dybala y “muchos más”. “Leo dejó una huella imborrable aquí y es el culpable de que Catalunya sea la región con más argentinos del mundo fuera de nuestro país”.

El actor es un enamorado del fútbol.
Vaca ya ha tenido la posibilidad de ver al conjunto blaugrana en acción en un par de ocasiones. “Fui al palco del Estadi Olímpic con algunos compañeros y conocí a Joan Laporta. Le dimos suerte al equipo porque ganaron”, recuerda con una sonrisa. A Leo, solo le ha visto jugar en una ocasión “durante un amistoso que disputó en Córdoba, mi región. Lo vi de muy lejos y ya fue único”.

El actor, divirtiéndose en una de las salas principales de Bubble Planet.
Sin embargo, el deporte que él eligió para practicar de pequeño, siguiendo los pasos de su padre Gonzalo, fue el rugby. “Me formó como persona, me dio carácter y el sentido del trabajo en equipo”, confiesa. Casualmente, Bayona buscaba a actores con ciertos conocimientos sobre rugby y, entre otras muchas cosas, eso lo convirtió en el candidato perfecto para entrar en sus ambicioso plan. “El único jugador real era Agustín Della Corte, capitán de la selección uruguaya y un gran deportista. En la vida real nosotros acabamos siendo mucho más que un equipo de rugby”, asegura. “En dos años vivimos lo que podríamos haber vivido en 10. Desde la primera lectura de guion, en la que nos emocionamos y lloramos, sentimos que nos habíamos convertido en una familia y que era para siempre”.
Vaca señala a Juan Antonio Bayona como un genio. “Es un obsesivo de su trabajo y se puede comparar con Guardiola en el mundo del fútbol. Pep tiene el ‘tiquitaca’ y en la película, que es tan coral, había algo de eso. Bayona es un gran explorador de sus emociones a través del cine”, transmite.

La Sociedad de la Nieve cambió la vida del argentino.
El frío y el hambre son dos de las cosas que más le costaron al artista durante las intensas grabaciones. “Yo nunca había visto la nieve. Un día perdí un zapato y no me di ni cuenta porque tenía las piernas dormidas. Cuando llegaba al hotel me tenía que meter una hora en la bañera para recuperar la temperatura. En todo el día, solo comía un huevo duro y tres zanahorias pequeñas. Nunca había pasado hambre ni frío de verdad. A nivel actoral, te ubicaba en un lugar que no habría sido posible de otra manera”, apunta.
Vaca Narvaja, son dos apellidos que en Argentina tienen un gran reconocimiento en el mundo de la política y el derecho, es por eso, que el joven de 26 años cursó un año en la universidad para ser letrado. Sin embargo, llegar a la fase final de selección para una película de Almodóvar le hizo cambiar el chip. “Mis padres son las ovejas negras de la familia. Mi madre es artista plástica y mi padre es poeta. Yo nací entre libros y lienzos. Ellos me apoyan y eso es muy importante para mí”, insiste.
La Sociedad de la Nieve ha sido un viaje emocional para Santiago Vaca. Por el camino tuvo que conectar con sensibilidades desconocidas y “llamar a la puerta de una familia para interpretar a un personaje al que te pareces”. Tras su éxito implacable, tiene claro que “en esta profesión en un momento estás arriba y en otro puedes estar en lo más bajo”. Es por ello que no sorprende que, vaya donde vaya, en su corazón siempre lleva a Unquillo, “un pueblo con calles de tierra”, que cuida su esencia, alimenta su generosidad y le mantiene esa magia que enamora a todo aquel que se cruza por su camino.