Los Juegos Olímpicos son la mayor competición polideportiva del planeta y una cita cada cuatro años para ver grandes gestas. Para comprobar qué deportistas alcanzan la gloria eterna de una medalla de oro, para vivir muchos de los grandes momentos deportivos de la historia y para ver grandes marcas y récords.
Pero el valor de los Juegos Olímpicos va mucho más allá, ya no solo como gran cita deportiva, sino también como gran acontecimiento social. La cita de los cinco aros ha servido a lo largo de la historia para reivindicar la importancia de muchos valores que no siempre han estado intrínsecos en cada sociedad.
La igualdad de sexos, la igualdad de razas, la igualdad de capacidades, la seguridad, la superación, el sentido de pertenencia, el esfuerzo y la unión son valores inseparables al movimiento olímpico. Otros valores deportivos, como la capacidad de mejora o la siempre existente polémica, también han dejado momentos icónicos que definen la incidencia de los Juegos Olímpicos más allá del deporte.
Imágenes: 1 (COI); 2, 5, 6, 8, 9 (archivo); 3 (Comité Paralímpico Español); 4 (Comité Olímpico Internacional); 7 (FEB); 10 (AP)

El inicio del largo camino en busca de la igualdad de sexos
París 1900
Los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna fueron en Atlanta 1896. En ellos la participación fue únicamente masculina. Por ello, pese a que ciento veinticuatro años después se ha normalizado, los Juegos de París 1900 supusieron un antes y un después en la lucha por la igualdad de sexos olímpicos.
Un total de veintidós mujeres debutaron en una cita olímpica. La regatista Helene de Pourtales, además, se convirtió en la primera mujer de la historia en proclamarse campeona olímpica. El camino hacia la igualdad se ha ido trazando poco a poco desde entonces. Tan poco a poco que los Juegos de París 2024, ciento veinticuatro años después de sus precursores, serán los primeros de la historia con igualdad total de participación entre ambos sexos.

Una pelea constante por la igualdad de razas
Berlín 1936 y México 1968
Otra de las grandes reivindicaciones del movimiento olímpico es la igualdad de razas. En ella ha habido dos momentos que han marcado un antes y un después en los Juegos.
El primero fue en Berlín 1936, llamados a servir como escaparate de la Alemania de Adolf Hitler ante el mundo. En ellos brilló Jesse Owens, un mito del olimpismo de raza negra que se proclamó campeón en 100, 200 y 4x100 metros, además de en salto de longitud, en medio de una intensa polémica sobre si Hitler evitó saludarle o no tras ausentarse de sus ceremonias de entrega de medallas.
La igualdad de razas también reivindicó su fortaleza más de cincuenta años después, en unos Juegos de México 1968 en los que Tommie Smith y John Carlos hicieron una protesta pacífica en el podio de los 200 metros, en los que habían sido respectivamente oro y bronce, mientras sonaba el himno estadounidense. El trasfondo, la protesta por la desigualdad de razas en su país, con la población negra pidiendo una igualdad de derechos.

El origen del movimiento paralímpico
Londres 1948
Otro momento icónico en la historia de los Juegos Olímpicos llegó en Londres 1948. Durante la ceremonia inaugural, el doctor Ludwig Guttmann organizó una competición de baloncesto en silla de ruedas que tuvo máxima relevancia por el contexto en el que se organizaba. Enfrentó a deportistas de varios hospitales y las raíces del movimiento paralímpico, que se fue asentando durante la década siguiente hasta dar lugar, en Roma 1960 (en la imagen), a los primeros Juegos Paralímpicos de la historia, en las mismas instalaciones que los Olímpicos y unos días después. El crecimiento de este movimiento ha sido imparable desde entonces.

Muhammad Ali y el sentido de pertenencia: el orgullo olímpico
Roma 1960 y Atlanta 1996
El valor de la igualdad es una de las patentes del movimiento olímpico, pero quizá el sentimiento que mejor representa todo lo que suponen los Juegos es sencillamente el de ser olímpico, el de sentirse identificado con unos valores y el de sentir orgullo por ello. Quizá nadie lo ha explicado mejor que una de las grandes leyendas del deporte mundial, Muhammad Ali. Ali se proclamó campeón olímpico con apenas dieciocho años en Roma 1960.
Tras volverse profesional, ya no pudo regresar a la cita olímpica, pero fue uno de los más firmes abanderados del movimiento durante toda su carrera. Tanto es así que siempre promulgó los valores del olimpismo y fue uno de los más firmes defensores de este movimiento. Como reconocimiento, Ali fue el encargado de encender la llama olímpica en Atlanta 1996 y fue también uno de los portadores de la bandera olímpica en Londres 2012, en reconocimiento a su vinculación con un movimiento que llevó mucho más allá de sus combates.

La revolución deportiva con Dick Fosbury y Bob Beamon
México 1968
Si icónicos han sido muchos momentos que han estado ligados a todo lo que representa el movimiento olímpico, no hay mayor valor de este que el deporte. La superación de marcas, el progreso y la lucha continua por mejorar son constantes que convierten a los Juegos Olímpicos en un deporte único. Es imposible escoger un momento deportivo único que haya marcado un antes y un después en la cita de los cinco aros, pero bien podría ser el ligado a su deporte rey, el atletismo.
En él, fueron los Juegos de México 1968 los que cambiaron la historia. El récord del mundo de 8,90 metros en salto de longitud de Bob Beamon y la técnica en salto de altura empleada por Dick Fosbury no solo quedaron para la historia, sino que supusieron una revolución deportiva, un ejemplo patente de que los Juegos son evolución en todas sus disciplinas.

La tragedia que marcó un antes y un después en seguridad
Múnich 1972
Es imposible hablar de evolución en los Juegos Olímpicos sin recordar el antes y el después que se vivió en materia de seguridad hace más de cincuenta años. La masacre de Múnich 1972 sigue siendo el punto más negro de la historia olímpica tras el ataque de la organización terrorista palestina Septiembre Negro a la delegación israelí. Dos deportistas de este país fueron asesinados y otros nueve fueron secuestrados, sin que ello influyera en el desarrollo deportivo de la cita de los cinco aros. Es una de las manchas que nunca se eliminarán en el olimpismo, lo que generó una necesaria obsesión por la seguridad que se ha cuidado hasta el milímetro desde entonces.

La mayor polémica deportiva
Múnich 1972
La más viva imagen de una polémica deportiva en una cita de los cinco aros se dio en la final de baloncesto de los Juegos Olímpicos de Múnich 1972. La URSS ganó por 51-50 a Estados Unidos, invicta hasta entonces en sus sesenta y dos partidos en Juegos Olímpicos, después de que se repitieran los tres últimos segundos porque la mesa no había visto al seleccionador soviético pedir tiempo muerto.
La polémica fue tal que Estados Unidos nunca reconoció aquella derrota sufrida en la repetición de los tres segundos finales. Los estadounidenses nunca recogieron sus medallas de plata, no subieron al podio y siguen considerándose vencedores legítimos de aquel partido que más de cincuenta años después sigue recordándose.

El valor del entorno y la superación con Derek Redmond
Barcelona 1992
La superación es una constante en el olimpismo y la importancia del entorno de los deportistas es clave para ello. Quizá nunca ha tenido este tanta visibilidad como en la final olímpica de 400 metros de los Juegos de Barcelona 1992. Tras una grave lesión, Derek Redmond, una de las grandes estrellas de los 400 metros, logró su gran objetivo de llegar a la línea de salida de la cita catalana. Avanzó hasta la final, en la que iba ganando hasta que, a doscientos metros de la meta, su pierna dijo basta y le provocó una lesión que frenó en seco su deseo de gloria. Se echó al suelo endolorido, pero en cuanto las asistencias médicas se acercaron a él, se negó a abandonar la carrera, se levantó y, cojeando, emprendió la marcha. Su padre y entrenador, Jim, no dudó en saltar desde la grada, acceder a la pista y permitir que su hijo se apoyara en él hasta cruzar la línea de meta en una de las imágenes más recordadas de la historia olímpica, a la vez reflejo de dos grandes valores: la superación y la importancia del entorno.

El esfuerzo, la generación de oportunidades y Eric Moussambani
Sídney 2000
Uno de los deportistas más recordados de la historia de los Juegos Olímpicos no es precisamente un campeón, sino más bien todo lo contrario. El ecuatoguineano Eric Moussambani empleó un 19 de septiembre de 2000 un tiempo de 1:52.72 en completar los 100 metros libre en la piscina de Sídney 2000.
Sin embargo, aquella actuación es recordada como uno de los máximos emblemas del esfuerzo olímpico. Moussambani se convirtió en un icono del olimpismo y su actuación no solamente es recordada veinticuatro años después, sino que sirvió para abrir puertas en su país. Tras ella, Guinea Ecuatorial proyectó la construcción de dos piscinas de dimensiones olímpicas desde las que su estrella trabajó en la formación de jóvenes promesas, en un país donde la natación no es uno de los grandes deportes referentes. Su actuación, en definitiva, sirvió para impulsar el deporte en un país con pocos recursos.

El deporte como unión ante los conflictos políticos
Sídney 2000
Los conflictos políticos y los boicots han estado a la orden del día en la historia del olimpismo a pesar de que una de sus máximas es precisamente la de dejarlos de lado. Sin embargo, también ha habido momentos en los que el deporte ha demostrado que superar esas dificultades es posible. La más viva imagen de ello se vio en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000. Con profundas diferencias políticas desde los cincuenta, Corea del Sur y Corea del Norte desfilaron juntas bajo la misma bandera en la ceremonia de apertura. Fue, debido a la situación política en ambos países, uno de los mayores mensajes de unidad transmitidos por el deporte olímpico. Este hito se repitió en Pyeongchang 2018 (imagen), cuando además los dos países compitieron con un equipo conjunto de hockey hielo femenino.
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