Hay otro Rafa Nadal, el Rafael más auténtico

Hay otro Rafa Nadal, el Rafael más auténtico

El Rafa Nadal que levanta títulos, el supercampeón que firma gestas. Roger Federer, Novak Djokovic. Roland Garros, el nº 1, la Copa Davis. Oros. Lesiones. Es el más conocido, un fenómeno universal. Si este Rafa leyenda enamora, el Rafael (su nombre en el círculo más cercano) más íntimo le ha superado siempre. Gana en la cercanía. Cuando era más joven, todo espontaneidad. Esperaba a Federer para unas fotografías en su primer Roland Garros, aprovechaba la espera para irse a un frigorífico y comerse varios helados. El chocolate siempre le ha vuelto loco. No dominaba el inglés al principio, se levantaba en la sala de prensa de Wimbledon y con mímica explicaba por qué le dolían las posaderas de tanto agacharse en la hierba, logrando ruborizar al sir del club que le acompañaba. 

Con el tiempo llegó la responsabilidad, medir más las palabras y los gestos. De cara al público. Por sensatez de su figura pública. En las bambalinas, un depredador comiendo fichas de parchís, un fan desmesurado viendo y comentando partidos del Real Madrid, un metódico del golf. Y en cuanto había opción, al mar, a pescar y bañarse con los amigos.

Tímido pero comprometido y detallista cuando daba su palabra. De ello y de su estima por quienes han seguido su trayectoria puede dar cuenta Mundo Deportivo. Una nevada en Madrid cerró el aeropuerto. Por la tarde era la Gran Gala. Carlos Costa y él llamaron a todas la puertas para hacerse con un hueco ese día imposible en un AVE y llegar a la cita. Con un poco de retraso, pero sonriendo. Gracias por todo, Rafa.

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