No hay manera de que encuentre la calma. A sus 21 años su carrera se resume en pronunciados altibajos. Con 18 hizo historia en el US Open como primera campeona procedente de la fase previa. Un éxito inesperado que hizo de ella otra reina en Gran Breaña, un país que adora el tenis y sus ídolos.
Pero la gloria de la fama y las portadas no se ha correspondido con los resultados en la pista. Hija de padre rumano y madre china, nacida en Toronto pero criada en Inglaterra, las lesiones han sido su calvario, sumando una operación de muñeca y dos más en los pies.
Desde su irrupción en Nueva York, una tenista más en Grand Slam, con la pincelada de unos octavos en el último Open de Australia. Múltiples cambios de entrenador, más parones por problemas físicos que tenis, pero con mucho talento y la promesa de que algún día revertirá esta tendencia.
Sigue con estatus de estrella en los torneos WTA. Cuenta como una dolorosa baja de última hora para el WTA 1000 de Pekín, que ya se había quedado sin la número uno y vigente campeona, la polaca Iga Swiatek, la kazaja Elena Rybakina, lesionada en la espalda, y la tunecina Ons Jabeur, que ha concluido la temporada para lidiar con una dolencia de hombro.
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La fortuna ha vuelto a dar la espalda a la británica Emma Raducanu. Otro percance físico. Se vio obligada a abandonar en el torneo de Seúl, en cuartos contra la rusa Daria Kasatkina, no se ha recuperado para Pekín.
"Hay distensión en algunos ligamentos del pie, necesito más tiempo de curación, lo que significa que no puedo jugar en Pekín. Espero volver a competir lo antes posible", certifica Raducuanu, nº 54 del mundo, cuando fue top-10 en julio de 2022.