Entiendo la tremenda ilusión que genera la vuelta al Spotify Camp Nou. La entiendo perfectamente y hasta diría que es muy lógica. Pero la verdadera alegría no es volver al Estadi con la máxima rapidez posible sino disfrutar de un templo único y espectacular cuando esté listo para recibir a una parte importante de los culés. Cada vez que pasaba al lado de Les Corts estos últimos meses, sentía como muchos barcelonistas que el retorno a final de año sería casi imposible. No hacía falta entender de construcción para intuirlo, y así lo acabó confirmando la directiva durante esta semana al anunciar que se aplaza la vuelta, como mínimo, hasta mediados de febrero. El nuevo Camp Nou tiene que durar lo que tenga que durar. Al final lo más importante es el resultado definitivo, aunque el Barça valoraría seguramente en todo momento el tema de plazos pactados con la empresa encargada de llevar a cabo este histórico proyecto. Tan histórico que permitiría al club tocar diferentes puertas y abrirse a muchos mercados a nivel mundial, todo con tal de dar ese salto gigante en medio de una situación económica que va mejorando según los dirigentes.
Hacer el cambio a Montjuïc no fue nada fácil. Atrás quedaban muchos recuerdos de muchas décadas en el Camp Nou, sin olvidar el ambiente que se respiraba en cada partido y que ayudaba a que la victoria estuviese un poco más cerca. El público azulgrana intentó en varias citas que el Lluís Companys tuviera esa magia, pero la del Estadi era muy diferente, sobre todo en encuentros que requerían un empujón importante por parte de los aficionados. Ojalá la ansiada vuelta sea todo un éxito.