120 minutos en el Santiago Bernabéu son ‘molto longo’. Ya se sabe. Imanol lo sabía y planificó un encuentro de distintas fases para intentar estar en el partido, viva, en todo momento y tratar de ganar la eliminatoria al final.
Al igual que en Old Trafford, primero quería unos minutos de presión alta, de apretar al Madrid buscando adelantarse pronto. Le salió a pedir de boca porque con un jugadón Barrenetxea marcó el 0-1. Cierto es que Endrick frustró el plan empatando a la media hora, pero la Real ya estaba entonces en la segunda fase, la de aguantar.
Le tocaba hacer el partido largo, minimizar errores, apretar menos arriba y elegir mejor los momentos de riesgo y de buscar al rival o perder el sitio. Duró hasta que, curiosamente, Ancelotti dio entrada a Mbappé. Imanol introdujo a Sergio y se activó la tercera parte del plan. Marcha total últimos 25 minutos. A por todas.
Un final de locura
La Real realizó un asedio impresionante, minimizando al Madrid y llegando sin parar al área de Lunin. Avisó Zubimendi, marcó el 1-2 Marín con ayuda de Alaba y Kubo empezó a destrozar a Camavinga. Parecía imposible pero Oyarzabal marcó el 1-3, también con ayuda de Alaba, y provocó el delirio y el punto más álgido del plan.
Pero había un extra que parece inevitable en el Bernabéu. La contraremontada blanca, minutos de asedio mágico donde son capaces de todo. Empató el cruce Bellingham y mandó a la final al Madrid Tchouaméni en un momento. Todo parecía perdido pero aún quedaba energía y épica realista. Oyarzabal marcó un golazo de puro ‘9’, en un balón parado además. Y a la prórroga, un tiempo extra de mínimos claro. Poco quedaba en la batería. Trataron de defender atrás pero Rudiger ajustició.