El ruso Daniil Medvedev, 27 años, es un personaje diferente. Tiene su propio discurso y actúa según le viene en gana. Que está enfadado con el público del US Open porque apoya a Feliciano López, se encara y provoca con gestos, agradece la pitada final cuando es preguntado en pista, para que lo oigan todos.
Copa Davis en Madrid, disfruta acallando al público local con sus victorias. Esa extraña rebeldía en momentos en que todo le va la cara tiene la cara B del enfado cuando no se siente satisfecho. Quien más lo paga es su entrenador y amigo del alma, desde que de adolescente se marcho a la Costa Azul francesa para completar su formación, el galo Gilles Cervara, que se marcha de la cancha si entiende que el comportamiento de su pupilo ya no admite más comprensión.
Campeón del US Open, ex número uno mundial, el moscovita también tiene unas ATP Finals y la Copa Davis en su palmarés. Son 19 títulos individuales en el circuito profesional, en 32 finales disputadas.
Derrotó al italiano Jannik Sinner por 7-5 y 6-3 para ser el nuevo vencedor de Miami, su quinta conquista de la categoría Masters 1000.
Ha estado en las finales de las citas más importantes del ATP Tour en pista dura, los dos Grand Slam (Australia y US Open), seis Masters 1000 (Indian Wells, Miami, Canadá, Cincinnati, Shanghai y París-Bercy) y las ATP Finals.
Un dato relevante sobre su rendimiento en esa superficie, donde ha sumado 18 de sus 19 coronas, incluyendo las de este curso en Rotterdam, Doha y Dubai, previas a la de Miami.
Pero su récord más personal e intransferible, que se antoja imbatible, supone una rareza por sí misma. Ha levantado los 19 trofeos, ya una cantidad considerable, en otras tantas localidades diferentes. Nunca ha repetido en la misma ciudad. Vaya, las cosas de Medvedev, también heterodoxo en el golpeo de la pelota. A su manera, vaya.